miércoles, octubre 18, 2006

De las noches interminables

...Mírame que no soporto la ley del hielo...
...Más aún si viene de ti...


...La única persona que creo odiar y odiar y odiar y odiar...
...Un tal vez no significa si, ¿no lo entiendes?...
...¿No entiendes que me canso de ser yo?...




...¿Que me canso de tener que mirarte tanto y tenerte tan cerca siempre?...
...Que la peor sensación eres tú!...
...No es suficiente con esta almohada en tu cara...
...No es suficiente que se escuchen gritos y gritos y...más gritos...





...Que buscaré la palabra adecuada para lo que hice...
...Que ahora solo vendras por la noche a perseguirme...
...Que tu cara haya quedado para siempre a mi lado en la cama...
...Yu respiración se siente demasiado fuerte!...





...Demasiado fuerte, demasiado fuerte, demasiado fuerte...

domingo, octubre 01, 2006

¿Convengamos?

Convengamos, en una calle oscura, quizá en que no nos hablemos nunca más, en que cuando sean esos constantes colapsos de las dos mil de la mañana ni siquiera nos veamos (ya se que me has dicho cien millones de veces que no sea exagerado)

.
Convengamos en que cuando nos necesitemos decidamos, en vez de buscarnos, el ahogarnos solos sin ningún tipo de atadura ni compromiso.

En que cuando funcionemos podamos porfin estar juntos, aunque por lo que me dijiste anoche en la cama; aún me falta mucho.

Convengamos en que cuando pase un gato negro lo perseguiremos hasta que haya pasado por lo menos unas veinte veces por delante de nosotros.

En no ir tomados de las manos cuando estemos en la calle para poder aparentar lo que ambos no somos o queremos ser; SOLOS.

Convengamos en que todo lo que he escrito con anterioridad es una estupidez y que, además, podrá saberlo todo el mundo como todos los secretos que te cuento.

En que cuando esté lloviendo prestemos nuestros paraguas a personas extrañas y desconocidas antes que usarlos nosotros.

En que por la noches no nos miraremos por miedo a que te arrepientas de lo que has hecho hasta ahora conmigo.

Convengamos finalmente en que todo es una mera convención y que por lo tanto es totalmente absurda e inválida y que de verdad puedes mirarme cuando quieras, que cuando te necesite realmente no estés ahí para poder necesitarte más y averiguar por fin cuanto es que me importas, que cuando llegue el momento pueda por fin decir las palabras que se atoran en mi garganta causándome asfixia indefinida, haciéndome cambiar de color y de personalidad.

Convengamos en que porfin puedo quererte.